lunes, 20 de junio de 2011

Penélope

Todavía no te conozco.

No sé quién eres, de dónde vienes y tampoco cómo eres.

No sé de qué color serán tus ojos,
tu pelo,
tu piel;
no sé si tendrás el pelo largo,
corto,
serás calvo o si te falta algún diente.

No sé si hablas mi mismo idioma,
si te gusta tanto la música como a mi el café
y
menos aún,
no sé si estarías dispuesto a acompañarme en este viaje que cada día se hace más corto.


No sé quién eres, pero aquí te espero.

Te espero pacientemente, porque algo me dice que estás por ahí perdido.


Algo me dice que también prefieres irte a dormir temprano,

a tener que esperar un mensaje,

una llamada o un te quiero

que no va a llegar de quién en este momento quieres.


Sé que debes estar por ahí.

Con la sonrisa un poco rota,
un par de sueños remendados
y un puñado de canciones
que te salvan más rápido,
y efectivamente,
que aquel que dice ser tu amigo.

Sé que cuando me veas me reconocerás...

de pronto yo no te reconoceré...

sufro de despiste selectivo y,

ante la mínima señal de un posible enredo emocional,

salgo corriendo ante de irme de narices contra el mundo

y correr el riesgo de volverme a enamorar.

Cuando me veas no te importará que todavía tenga mis gafas rotas,
que no haya lavado el carro como en dos meses
y tampoco que,
gracias a mi pasión desmedida por la cafeína,
el blanco de mis dientes haya pasado,
tal como el sueño de Martin Luther King,
a la historia.

Te enredarás en mi pelo,

te arrullará mi risa y encontrarás en ese trastorno,

que me enreda la existencia desde hace doce años,

una razón para protegerme,

hacerme reír más a menudo

y tener la excusa perfecta para jamás soltar mi mano.


Cuando me veas sabrás que soy yo quien te ha esperado.


Como la Penélope de una canción que todavía suena en la radio,
te espero sentada en un banco viejo.
No me venderé al mejor postor.
Miraré al horizonte,
escribiré mil canciones mientras llegas y conservaré mi pelo largo.


Largo como las noches que cuidan mi soledad en estos días,

cómplices de mi tonto orgullo secretean a las estrellas que así no te conozca aún,

sueño con tus dedos enredados en mi pelo

esperando el día en que mirándote a los ojos

sin temor,

sin titubeos,

pueda decir: "Te Amo".

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