jueves, 7 de agosto de 2014

Mea Culpa.

Hoy le voy a confesar que tengo miedo.

Desde que lo conocí, una sonrisa se me escapa, 
cada vez que esos huequitos indecentes que aparecen en sus mejillas 
se me atraviesan en algún recuerdo.

Me asustan también esas ganas locas de acariciar sus ojos con palabras,
y gritarle a besos que me muero de deseo por saber qué se sentirá perderme 
en las interminables líneas de su mano.

Temo también el hecho de no querer decirle adiós en cada fortuito encuentro que el universo planea para nosotros.

Me da pánico no querer sacarlo de mi mente, ni de mis sueños.

Siento un gran horror cuando pienso en el tiempo, 
en su implacable, pero sutil, manera de tenernos lejos.

Los años, los días, el viento...el tiempo.

Quiero secuestrarlo un día, 
llevármelo a lo más alto de la montaña para que me ayude a encontrarle formas lindas a las nubes. 
Me parece también buena idea comprar una cometa; esa de lucecitas de la que le hablé hace poco, para que, con la excusa de elevarla en la noche e iluminar el cielo, sepa yo a qué sabe la fortuna de amanecer a su lado.

Con mis dedos lo acaricio desde lejos, con mi voz lo arrullo y en mis pensamientos suena muy afinado el decirle a usted: "Lo quiero".

En mi cabeza todo es perfecto.

De fondo toca el mismísimo Chopin una Polonesa cómplice que acompaña cada encuentro.

En mi cabeza, todo es perfecto. 

El miedo retorna cuando abro los ojos. 

Cuando el tic tac  del reloj canta su aria de lejanía y me recuerda que usted y yo podemos ser felices solo en mis sueños.