domingo, 8 de mayo de 2011

Mientras me llega la hora

Dime que siempre vas a estar ahí

que no me dejarás caer

y que por más ruidosa que sea mi compañía
jamás vas a dejarme sola.


Dime que me amas a pesar de ser insoportable,

que me soportas aunque mi amor no sea tan bueno,

y que me acompañas así la luz de mis sueños se apague.


Dime que te gusta oír mi voz,

que me necesitas,

y que mi paseo por aquí no es del todo infructuoso.


Dime que soy importante para ti

a pesar de lo irrelevante que soy en cada espacio de esta tierra.


Dime que sonríes cuando me escuchas cantar

y que muy a pesar de mi tristeza

disfrutas lo que escribo

sin importar el destinatario.


Dime que te importo,

que me amas,

y que un día

- ese que ya tienes destinado para el despegue-

abrirás la puerta de tu casa,

me entregarás la partitura de tu obra

y me darás ese lugar que tanto te pido

en un coro de ángeles.

Ese que se dedica a cantar

para embolatar tu tristeza,

secar tus lágrimas,

y hacer saber

que más allá de este infierno

todavía hay alguna esperanza.



jueves, 5 de mayo de 2011

No te vayas.

Caminar cerca a un lago

con brisa fresca...

El sonar de las hojas que caen...

de su choque con el suelo...

Un sol de verano a las cinco de la tarde,

una infancia atesorada,

recuerdo de chocolate y galletas,

preparado por la abuelita Angélica...

Sonar del batir de alas

de ángeles que se niegan a partir
....

Viento fresco

sueños nuevos

¿A dónde te has ido?

¿Por qué hoy ya no estás conmigo?

¡Inocencia!

¡no te vayas!

¡quédate siempre conmigo!

Finge que nunca te fuiste

y decídete a acompañarme.

Con eso,

si pronto muero,

recibiré con ojos abiertos

a un ángel más.

No al ángel que apagará la luz,

que atará mis pasos

y sellará mi historia

con un frío y eterno abrazo

¡Inocencia!

¡No te vayas!

¡quédate siempre conmigo!

martes, 3 de mayo de 2011

Una punzadita

Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

En estos días lo he sentido y no me ha gustado nada.

Hace unos días se me clavó una estaca.

Sí.

Una estaca en el corazón que me recuerda que estoy viva
y que lo hermoso, pero frágil de este regalo que me hizo mi Padre hace 31 años, puede estar pendiendo de un hilo.


No es esa estaca que se clava por lo estúpido de un desamor o por el miedo a quedarme sola.

Es una punzada que queda después de mucho café, montones de dulces en las tardes de un domingo y uno que otro respiro de humo que hace que las penas se las lleve el viento.

Esa punzadita hace que la inquilina de estos 149 centímetros de estatura tenga miedo de no abrir los ojos
mañana
y que,
de un momento a otro,
pase a ser un recuerdo en algún álbum de fotos .

Esa estúpida estaca, hace que muy pronto tenga que ver a esos señores de batas blancas que tanto detestaba el abuelo,
y que verlos,
más que un anhelo,
sea una necesidad.

Algo que me de una luz, y no precisamente la que lleva a la eternidad.

Esa estaca está ahí amenazante... se retuerce cada vez que me asusta algo tonto y revive a ratos para recordarme que mi vida, como la de una mariposa, es un poco más que frágil.

Jamás pensé escribir acerca de este miedo.

Miedo a cruzar el río sin que mi mamita me lleve de su mano. Miedo a que el abuelo deje de escuchar mi risa y miedo a que mi perrita ya no tenga a quien salir a saludar.

Maldita punzada.

Ya me cae gorda.

Por el momento habrá que seguir caminando.

Hacer como si no existiera.

Esperar a que pase el tiempo en ese mundo en el que no seré más que un recuerdo, para poder visitar a los señores de blanco,

algo que odio mucho más,

y más ahora,

que el tener que cargar una sombrilla en mi maleta.