domingo, 9 de octubre de 2011

Reincidencia

Había prometido no volver a tocarla.
La última vez que lo había hecho,
la sensación fue más agria que dulce
y a la mañana siguiente el aire parecía más pesado.

La tocaba porque era dulce,
suave,
cálida y húmeda;
virtudes que hacían que después de finalizado el ritual de la caricia
este quisiera repetirse hasta el cansancio.

Había prometido no volver a hacerlo
después de haber sentido una soledad inmensa
tras haber regresado de un viaje por el cielo.

Iba y volvía,
con roces cálidos y fríos
que no le costaban nada...
ni si quiera una palabra.

Lo prometió, pero reincidió.

Esta vez con menos culpa, más curiosidad
y con la cosquilla en el estómago
de quien siente que se enfrenta a una primera vez.

Sin culpa.

Sin miedo.

Sin ansias y hasta sin tiempo.

Esta vez volvió a tocarla...

con curiosidad, pero sin deseo.







jueves, 6 de octubre de 2011

En una caja de juguetes.

Cuando uno quiere cambiar de casa tiene que deshacerse de muchas cosas.

Aunque una mente razonable crea que es mejor botarlo todo, yo todavía creo que hay cosas que, aunque simples, pueden hacerlo a uno muy feliz.

Hasta hace poco vivió en mi corazón un grillo que tocaba el piano,
pero que se cansó del sitio en donde estaba y decidió irse de a pocos.

Se fue y,
en su afán de desocupar rápidamente el refugio que alguna vez le alegró la vida,
olvidó llevarse muchas cosas.

Por ejemplo, dejó enredadas muchas canciones en la cabeza de una muñeca con la que muchos niños jugaron hasta el cansancio...tanto, que la dejaron olvidada...
Y sí.
No hay mejor refugio para las canciones que una cabeza de muñeca olvidada.

También se le quedaron sus inmensos discursos acerca de lo hermoso que era el hacer música. Esos se le quedaron debajo de los zapatos del espantapájaros que alguna vez lo hizo reír, pero que decidió no mirar más...hoy en día, con tantos avances, hay más fuentes de diversión, mejores, más estéticas y agradables que un viejo espantapájaros.

Por culpa de su despiste selectivo también dejó un par de acordes.
Esos se quedaron pendiendo de la oreja de una taza de café.
Alrededor del café pasaba una que otra tarde,
dejaba que el tiempo se fuera y reincidía de nuevo en tocar el piano.

Se le quedaron muchas cosas...
unas fáciles de recoger, otras no tanto...
como el recuerdo de sus profundos ojos verde oliva...
esas luces aún iluminan las noches del recinto en donde estuvo....
de hecho no solo iluminan las noches...
iluminan todo el tiempo,
porque desde que se fue del todo,
la luz del sol ya no pasa por las ventanas...
llueve mucho y hace frío.

Como propietaria del lugar en donde se alojó por este tiempo el señor Pepe Grillo, tengo que terminar la limpieza y recoger todo lo que dejó olvidado.

Habrá cosas que botaré definitivamente, pero habrá muy seguramente otras que conservaré conmigo.


Entre las que se van, se va el recuerdo de ese par de veces en que se olvidó del espantapájaros para irse con una Barbie.
También tendré que mandar lejos el día que una muñeca de trapo quiso robarle un beso y la empujó lejos, para no tener que comprometer su corazón de porcelana con lo frágil y poco noble de un corazón hecho de telas baratas.


Lo feo no es real y en cambio hace mucho daño...por eso prefiero mencionar algunas de las cosas que dejaré guardadas:

  • Un par de amaneceres
  • Una noche entera mirando película sin más intención que dejar que el tiempo pasara,
  • Dos papelitos de chocolatina
  • NASA (Un sistema ultra moderno de comunicación que uniría la civilización con las montañas)
  • Una espadita de alambre que no le servía para luchar...era muy frágil y, además, a él no le gustaban las peleas,
  • Un cigarrillo que todavía guardo en la guantera de mi calabaza convertible (creo que me lo fumaré esta noche cuando regrese de ópera),
  • Un restaurante de mentiritas cuya ganancia fueron todas las sonrisas que me daba a cambio de tomates o cebollitas,
  • Un tarro de helado de chocolate,
  • Muchas tardes de juego,
  • Bach!!!
  • June
  • Lo que me costó el amor de Laura,
  • Jairo Anibal Niño,
  • Sus canciones con la guitarra.....
  • Una canción para bailar...un poco extraña......
  • Su piano, la guitarra...
  • La musiquita...

En fin....dejó más cosas de las que pudo haberse llevado.

El dilema ahora es:

¿dónde puedo guardar todo eso?
¿qué lugar será lo suficientemente digno para conservar tan raro tesoro?

La respuesta parecía complicada, pero el sentido común de una coleccionista de tesoros poco convencionales me dice que tantos recuerdos cubiertos de algodón de azúcar y chispas de chocolate merecen ser guardados en un lugar que nadie sospeche...donde estén seguros y solo pueda encontrarlos el tenedor de esta octava maravilla.

El mejor sitio para guardar lo que un día un grillo no quiso llevarse no es ni una caja fuerte, ni un baúl enterrado en el fondo del mar...

El mejor sitio, el más conveniente y sensato para guardar tantas sonrisas ensordecidas por el tiempo es una cajita de música.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Ayer llovió.

Por alguna razón hay cuentos que no se dejan escribir.

No importa el montón de buenas intenciones, las canciones o los besos robados.

A veces uno se desbarata la cabeza intentando escribir historias sobre hojas que no sirven para escribir cuentos, hojas que no coinciden en los finales felices que uno quiere encontar.

No es tan fácil aceptar que es mejor cerrar el libro.

A veces se logran escenas bonitas, que uno quisiera eternizar y compartir con otros,
pero, lastimosamente,
una o dos escenas no son suficientes para escribir un cuento,
y menos si uno quiere terminarlo con un "...y fueron felices para siempre".


La ventaja de escribir cuentos es que uno puede agregar y eliminar personajes a lo largo de la historia. Algo divertido, pero a la vez agridulce, si se piensa que a veces, por fuerza mayor, a uno le toca eliminar a quien quiso fuera alguna vez el personaje principal.

Escribir es mágico ya que, gracias a las palabras, uno puede inventarse castillos, países, mundos enteros en donde el amor existe, donde es posible tener alas y terminar una historia con una sonrisa gigante para luego retirarse a vivir la eternidad en un reino de fantasía.

Yo no vivo en un cuento.

Símplemente, trato de escribirlos.


Ayer tuve uno de esos días en los que uno es capaz de estar con uno mismo.

Martha & Ludobina.

Un par de llamadas, que no fueron contestadas , me obligaron a esconderme de la lluvia y hacer de una espera, por lo general insoportable, un tesoro indescriptible que solo se puede saborear cuando uno está solo.

Ayer llovió, y ¡llovió durísimo!

Mientras llovía, me atreví a mirar por la ventana...con algo de miedo, porque caían rayos. A mi alrededor había mucha gente...unos muertos, otros vivos, todos en blanco y negro. No me atreví a hablar con ninguno. Me dio mucha pena, y además, habrían podido pensar que estaba loca.

Para evitar la tentación de hablarles seguí mirando por la ventana. Seguía lloviendo, pero esta vez la idea de esperar otro rato comenzó a gustarme.

Por momentos caminaba, tiritaba de frío, pero volvía a mis acompañantes. Todos escondidos detrás de un espejo. Soñé un rato y pensé que sería bueno meterme en un espejo yo también. En un espejo uno puede ser más real que cuando dice tener uno de esos momentos de honestidad desbordante.

Me miré en un espejo y me gustó lo que vi.

Como el más grande de los ególatras sonreí y decidí mirarme por mucho más tiempo. Mientras me miraba trataba de entender, por qué, siendo la inquilina de un ser que en el común de la gente no pasaría desapercibido, me resigno a contar con la compañía de quien no quiere estar conmigo, o, peor aún, de quien solo quiere estar conmigo cuando sirvo como puente entre él y cosas simples, pero a ratos no tan alcanzables.

Me pregunté por qué me sentía tan bien caminando sola, por ahí, esperando a que la lluvia pasara y enamorándome de mis compañeros, unos muertos y otros vivos, pero todos en blanco y negro.

Me pregunté por qué la lluvia me sabe mejor cuando estoy sola en mis silencios y no cuándo pretendo amar a alguien que muy seguramente no está conmigo por gusto sino por necesidad de llenar su soledad.

Después de semejante tarde tomé mi decisión:

Soy yo quién escribe estos cuentos,
soy yo quién inventa los personajes
y soy yo
quién decide hasta cuándo se quedan.

Fue difícil, pero tras mil intentos de darle a este cuento un final feliz hoy decidí que ya no quiero que en mis cuentos esté el muchachito que toca el piano.

Al principio me gustó mucho, pero, de un tiempo para acá ese piano no ha querido sonar como antes....cuando suena, suena desafinado.

Lo intenté, lo busqué, escribí canciones, como cosa rara, me robé un par de besos insípidos que atesoré (sola, como siempre) hasta que finalmente

¡me rendí!

Lo siento mucho, pero a mi, como a la gente tan común y tan corriente, los pianos desafinados no me gustan.


POR FIN.

lunes, 3 de octubre de 2011

Y pasaron 20 años




Mientras no estabas
sentí frío,
miedo,
angustia
y cuando me acostumbré a tu ausencia,
me llené por fin de valentía y
acepté de nuevo ver el sol por la ventana.


Mientras no estabas
aprendí a las malas
que llorar es un exorcismo necesario
y que mirar hacia atrás
para reprochar y querer aclarar dudas
no sirve de nada.


Mientras no estabas
cambié mis crayolas por una guitarra,
una escuadra por una pandereta,
el recuerdo de tu bicicleta
por una lira
y los premios por buenas notas
se convirtieron en negociaciones con mi mamá,
para que me diera permiso de jugar con mis amigos
al terminar la escuela.


Mientras no estabas
aprendí a cantar y llorar al tiempo,
supe que las sonrisas se cobran caras
y viví,
sin saberlo,
como Johnny Carter
en los tiempos del jazz de Cortazar.


Mientras no estabas
aprendí a cantar,
me enamoré del baile
y descubrí que los sueños eran la mejor forma
de olvidar que hacía un buen tiempo te habías ido.


Mientras no estabas
el tiempo pasó,
se cayeron dos torres,
la infancia se escapó de mis manos
y la esperanza de tenerte al lado
se fue sin necesidad de despedirla.


Mientras no estabas
me enamoré...
tantas veces...

las suficientes como para darme cuenta
de que al amor lo han disfrazado,
prostituido y matado,
preso de falsa belleza,
codicia y ambición enferma.


Mientras no estabas
decidí quedarme sola
y anhelar que esa silla vacía
desapareciera
y que a cambio hubiera
un espectador
exclusivo,
admirador ferviente
de mis alas....


Esas alas que se fueron...

se quemaron,

se partieron...

se perdieron

mientras no estabas.


Ya regresaste
y por la pluma de Cortazar pasaron 20 años,
tórpemente aprendí unos diez acordes en la guitarra,
he sido necia,
bruta,
a veces inteligente
hasta alcancé a ser toda una rockstar
combinando mis sueños con los de un par de amigos,
cuando tuve algo de suerte...



Volviste,

pero el tiempo ya pasó.



Las heridas no se han ido, 
y quiero volver a ser niña para abrazarte,
saltar sobre tus hombros
y ver el mundo desde allá arriba...
con la seguridad de que no me dejarás caer...


Quiero que mi inocencia regrese
para que esa silla
que aún sigue vacía
no me duela tanto,
cuando se ensordece el aplauso,
cuando las luces se apagan, 
cuando la función termina.

Papá. 


Todas estas
 y muchas otras cosas
ocurrieron mientras no estabas.