lunes, 19 de septiembre de 2022

Las begonias florecen en el patio

 

A veces, cuando llueve

Resuena en el corazón el eco de tus pasos

De ese domingo por la tarde

Del día que te pedí que no te fueras 


A veces, cuando llueve

Silba tu voz con la del viento

Y acaricia la copa de los eucaliptos que sembraste un par de días después de mi nacimiento


A veces, cuando llueve 

Se revuelve la tierra que quedó en el fondo del vaso 

Miro hacia los lados 

Y el vacío que tirita cerca de las ventanas

Me grita entre dientes que ya no quieres volver 


A veces, cuando llueve

Te conviertes en canción

La acuarela de tus ojos se derrite 

Y del vacío que cargo en el pecho se escucha el eco 

Palpita 

          Revuela 

Lo escucho con paciencia 

Mordiéndome la lengua

Cuento las gotas suicidas que se estrellan contra los techos 

Con la resignación de una vela en medio del invierno

Hasta quedarme dormida 









domingo, 2 de enero de 2022

¿Qué hacen las arañas cuando tienen insomnio?

 Cuando no pueden quedarse dormidas, algunas arañas juegan a contarse los pelos de las patas.

Hay otras que prefieren cerrar los ojos y, mientras luchan con la poca energía que les queda para no abrirlos de nuevo, practican la tan humana e inútil costumbre de contar ovejas.

Hay arañas que no se cansan y aprovechan las horas de no sueño para imaginar diseños de vanguardia y soñar que sus creaciones algún día serán aplaudidas en Milán.

Las arañas más atrevidas y despiertas juegan a las escondidas en las bibliotecas y envuelven en hilos de olvido los libros que un alma que se quedó viviendo en el invierno ya no quiso volver a leer. 

Hay arañas ciegas para las que ni la noche ni el sueño existe.

Esas arañas se quedan inmóviles en las esquinas que conquista el polvo y esperan sin esperar a quedar convertidas en un esqueleto amarillento y liviano, que desaparece con el soplido del viento y vuela confundido entre semillas de diente de león

Hoy no puedo dormir 

Hoy quiero ser araña  

Para no sentir con horror el caminar fastidioso del tiempo, para olvidar que cuento con menos de ocho horas para mantener los ojos cerrados

Para volver a abrirlos y para volver a jugar a que estoy viva

Para ignorar la constelación de agujas que arde en el cielo de mi espalda y me recuerda que con el tiempo se van los sueños.