viernes, 26 de agosto de 2011

No es más que un hasta luego.

Ya no voy a abrir más puertas.
Solo he logrado que pase un viento frío y que tenga muchas ganas de encontrar calor.
El abrir puertas solo ha traído visitantes.
No me gustan las visitas, aún menos cuando necesito tanto de alguien que se quede...
pelear sola no me gusta...
no me gusta vivir y no me gustaría morir tampoco.
La depresión me está matando de a poquitos y cada día se ha convertido en una lucha de una guerra que, sé, llevo perdida.
Mi corazón es frágil y temo que se romperá pronto.
Ya no quiero sujetarlo más.
Me marea el solo hecho de sobrevivir y, aunque sé que no soy valiente para cerrar el libro, quiero acabar de leerlo pronto y declararme vencida oficialmente.
Se fue la luz y ya no quiero encenderla.
¿Para qué encender una lámpara en dónde solo habita uno?
Quiero desaparecer del mapa y no dejar ni un recuerdo.
La vida sigue igual conmigo o sin mi.
La música seguirá sonando y los amigos seguirán riendo.
Ya no quiero más vida. Me quiero dormir un día y que ese sueño no termine.
Dormirme y llegar allá a donde el amor no duele, donde los amigos tienen alas y donde mi corazón, inservible en este lugar en el que vivo, es una lámpara que no se apaga...en donde su luz no fastidia a nadie y la tranquilidad es el aire, el agua....la vida misma...

martes, 23 de agosto de 2011

Hasta el último momento.

Un día como hoy volvimos a vernos,
hicimos pactos de no agresión y juramos que pasara lo que pasara lucharíamos por un mismo sueño y caminaríamos de la mano aún bajo la más fuerte tormenta.

Un día como hoy nos enredamos y desenredamos,
escondiendo un secreto a voces que nos mantenía hasta hace poco unidos.

Un día como hoy también llovió y decidí que escribir era mi forma de gritar.

Un día como hoy quise dejarme encontrar,
me dejé tentar por una tierra jamás prometida
y reconstruí un castillo que ya el viento había desvanecido
con la complicidad de un ejército de mariposas.

Un día como hoy
escuché una canción que me devolvió los sueños que teníamos,
y
un día como hoy,
no tan lejano a hoy,
tuve que despertar.

Hoy decidí que me voy.

Empaco lo que quedó del que un día fue nuestro sueño en la maleta que dejaste en la puerta antes de irte y a pesar de seguir encontrando idiotas a diestra y siniestra,
creo que ya llegará el valiente que se atreva a caminar de mi mano,
tras el mismo sueño.

Mientras camino,
recogeré los pasos que un día fueron nuestros,
juro que lograré lo que soñé antes de conocerte
y que tatuaré en mi alma los recuerdos de los días y noches
en los que jugábamos a escondernos para estar lo más cerca del cielo,
sin que nadie lo supiera.

Te fuiste a ratos y yo me voy del todo.

Te esperé,
te soñé,
te amé y te anhelé hasta el último momento.

Hoy dejé de hacerme la sorda y obedecí al pitazo final.
No quiero mirar hacia atrás.
No quiero tener la tentación de ver en tus ojos esos hijos que jamás llegaron y que quizá preferirán otros vientres,
otros tiempos,
otras tierras.

Me voy.

Tú ya te fuiste.

Me voy con mi voz y tú con tu guitarra.

Me voy con mi soledad y tú con tus enredos.

Me voy con mis sueños y tú con tus pesadillas.

Me voy con el amor que me queda y tú con la curiosidad de haber sabido lo que habría sido tener un hijo conmigo.

Me voy...y te amé hasta el último momento.


Me voy con las manos vacías y un mundo que me espera para recordarme que el amar a manos llenas sirve solamente para construir castillos de arena,
y que se corre el peligro de parecer retardado mental por querer ver en los ojos del otro lo que solamente un corazón enamorado podría ver.

Me voy con la convicción de que el amor es un privilegio que pocos entienden y que va mucho más allá de una fachada que se disfraza con un vestido de novia.