viernes, 23 de abril de 2010

:)


Lo más bonito de las excusas tontas es que hacen que uno gane de la forma que sea por lo menos un buen recuerdo.

viernes, 16 de abril de 2010

Quince minutos

Quince minutos es todo lo que tengo para escribir algo medianamente coherente y que sea fiel al como me siento ahora.

Esta mañana, mientras dormía y escuchaba el despertador, podía verte en mis sueños.

Es lindo, ¿sabes?

Lo más chistoso de todo es que me estabas robando un beso.

TÚ TODO GRANDULÓN ROBÁNDOME UN BESO A MI.......

....toda chiquitita.

Fue muy bonito y lo mejor de todo, esta vez no hubo ninguna llamada impertinente que interrumpira semejante momento tan sublime. Éramos tú y yo, y, no sé por qué razón, Sandrita y Andrés Lloretas (Sí, lo escribo en mayúsculas porque es el apellido oficial de uno de mis mejores amigos)

Lo malo es que no duró tanto porque tenías que salir corriendo a dictar una clase.

Pero igual,

fue hermoso.

Por unos instantes recordé a lo que sabe un beso. Cómo se siente, y lo mejor es que me lo robaba alguien que realmente me interesa.

Eso es lo más bonito de los sueños.

Que el príncipe azul que uno quiere es el único que tiene derecho a robarle besos a su princesa y aún así morirse de la risa.

Ah, por cierto,

¿Sabías que me encanta tu sonrisa?

Debe ser esa una de las razones por las cuales siempre encuentro una excusa tonta para irme a los lockers. Para hacerte chistes idiotas, encontrar una excusa para hablarte y simular que me gusta tomarte el pelo solo para lograr sacarte una sonrisa y romper el hielo existente entre tus aburridísimas costumbres británicas y mis impertinentes hábitos latinos.

Bueno, y aprovechar que el gusto por el horrible café de la máquina que está encima de los lockers nos une.

Me quedan cuatro minutos.

Ya es justo y necesario terminar mi texto. Hay niños que me esperan y una clase por dictar.

Quedas cordialmente invitado para esta noche. Tenerte en mis sueños es algo raro, pero que igual quiero siga sucediendo. Ya te había dicho que me encanta verte sonreir y si vienes a robarme besos, pues muchísimo mejor.

Me tengo que ir a trabajar.






jueves, 15 de abril de 2010

CARTA PARA SANTIAGUITO

Querido Santi:

Sé que estás muy pequeñito para que leas esta carta. Sé que no te imaginarás que detrás de esa profesora regañona, puede haber alguien que te mira todos los días y aprende muchas cosas de ti.

De tanto mirarte de a poquitos esta profe no ha entendido como es que un angelito puede haber decidido caer a la tierra y deshacerse a diario en pequeñísimas alas de mariposa.

En estos días he estado un poco pensativa. He recordado cosas, y por cuestiones climáticas y hormonales, mi sensibilidad está disparada y cualquier cosa hace que a ratos se quiera hacer evidente una lágrima. Ya en estas llevo medio año, y créeme que el ir a tu salón de clases, más que una forma de justificar mi salario y más o menos seis años de universidad, es una forma de enclaustrarme en un mundo en el que me siento útil y se me olvida por un rato que allá afuera soy apenas una cédula de ciudadanía con impuestos y cuentas por pagar.

Y ahí estás tú todos los días. Con tus cortísimos siete años, que, para alguien como yo, tan cobarde y débil, teniendo por un día tus zapatos, ya sumarían más de cien.

Con tu cuerpito lleno de cicatrices y vendas estás siempre ahí adelante listo para la clase. Todo el arsenal listo: cuaderno, libros, cartuchera y obviamente la bolsita chiquitita de juguetes que no puede faltar en el escritorio de un estudiante promedio de segundo grado.

Sí señor. Eres el más chiquitito de tu clase. ¿Sabes que yo siempre fui la más chiquita de mi clase? Debes saber que tiene sus ventajas y desventajas. Lo malo es que he sido de las que encuentra más rápido las segundas que la primeras.

Mi querido Santi. En estos días he hablado de ti en el almuerzo con otras profes y créeme que he aprendido que los héroes no se hacen. Nacen y tienen como misión enseñarle al resto de los mortales que a pesar de tener una carga que nunca pidieron llevar, siempre hay una buena oportunidad para sonreír y jugar con las piedras que se encuentran en el camino.

Me has enseñado a caminar, a sonreír y a burlarme de la tonta tristeza a la que, hasta hace pocos días, le daba tanta importancia. (Sobretodo a la hora del almuerzo)

Tienes el cuerpito lleno de vendas, pero aún así te ríes a carcajadas de las bobadas de Sebastian.

La vida se te va de a pocos y te lo recuerda sin compasión, pero hay muchas ganas de participar en la clase de Inglés. Lo que alguna vez fueron tus manitos, te llevan a inventar monachos a los que les das oficio y existencia en una fecha que queda en tu cuaderno casi siempre incompleta.
Estás ahí Santiaguito. Luchándote cada día. Venciendo los umbrales de dolor del día anterior para poder tener la oportunidad de jugar el siguiente. Cambiando las vendas de las heridas que nadie causó pero que todos los días curas para seguir luchando.

Te quiero dar las gracias.

Gracias por ser valiente. Gracias por dar brincos de alegría antes de salir a almuerzo y llegar corriendo a hacer la fila para salir de primero. Gracias por darme quejas cuando Sebastian te molesta y gracias por levantar la manito cada que quieres participar para ganarte una carita feliz.

Gracias por quitarme las vendas de los ojos y recordarme que cada célula de mi piel es una bendición. Gracias por exigir respeto y atención. Gracias por recordarme mi dolor es pasajero y que lo que hace de este paseo algo interesante es aprender a lidiar con las vendas mientras las heridas cicatrizan. Gracias por aparecerte en mi camino angelito, porque gracias al haberte conocido pude al fin descubrir que hay mariposas que deciden durar más de 24 horas y que van a los salones de clase a enseñarle a sus profes lo que, hasta el día de hoy, no habían podido enseñarles si quiera los golpes.

Con agradecimiento y admiración

La profe de Inglés

Garrett: The Boy Beneath The Bandages



http://www.youtube.com/watch?v=M7qirJXWhzc


viernes, 2 de abril de 2010

Pronóstico del tiempo

Hay días en los que uno no sabe que escribir y hoy es uno de esos días.

Brincando de cosa en cosa me la he pasado y he hecho apenas un par de cosas productivas. En eso me he gastado más o menos, 420 minutos.

Si uno se pusiera a pararle bolas al tiempo y a como lo desperdicia, tendría muchas razones para amargarse el resto de tiempo restante, y de paso, seguir perdiendo tiempo.

Si uno no pensara tantas pendejadas, viviría más feliz y disfrutaría cada instante que Dios tiene para regalarle a uno con cada respiración. Yo por ejemplo, creo que escribiría más canciones, intentaría más recetas con café, muy probablemente me habría dejado conquistar por algún vicio productivo y de pronto hubiera planeado todo fríamente para haberme robado un par de besos.
Pero las cosas no son así.

Mi naturaleza de humana común y corriente me lleva a preferir las cobijas y la tristeza muy de vez en cuando. Tengo la maldita maña de querer cambiar las circunstancias y acomodar todo para lograr una felicidad temporal, que, la mayoría de las veces, vendría a ser dependiente de un representante del género contrario al mio.

Que mal,

¿verdad?

Igual

Lo bueno de todo esto es que en medio de mi soledad y afanosa pérdida de tiempo aún tengo espacio para los sueños. Sí. Los sueños son ese tipo de baño público en el que uno entra por pura y física necesidad, en medio de lugares que no son familiares, pero que por razones ajenas a los deseos, son los lugares en los que uno pasa el 85% del tiempo de su vida.

Necesito escapar de mi realidad a ratos, y para los momentos de aburrimiento mis sueños son, más que un baño público, mi trinchera.

Pero hay algo más.

He descubierto en los últimos días que uno puede encontrar un punto medio entre los sueños y la realidad. Hay algo que los conecta y es eso lo que hace que la vida de un simple mortal a sus treinta años tenga sentido. Eso ya me hace no promedio y es lo máximo.

Para encontrar ese punto hay dos opciones:

Escuchar el consejo de los viejos
o
Escucharlo y salir corriendo a ver si es cierto lo que dicen.

Bueno.

Conociéndome como me conozco y viviendo lo que he vivido, puedo decir que las probabilidades apuntan a que un ser humano promedio como yo escogería la segunda opción.

Y sí.

Esa es la que he escogido la mayoría de las veces.

Con un par de cicatrices en el alma y uno que otro moretón en la conciencia me decidí por la segunda opción.De haber elegido la primera, muy probablemente tendría menos cicatrices y menos moretones, pero pues igual, creo que tendría un par de historias menos para contar y otro par de canciones menos que escribir.

Sí señores.

La terquedad y pérdida de tiempo no son del todo malas.

La terquedad me ha llevado a obtener la materia prima que necesito para no perder el tiempo y escribir canciones. Se necesita mínimo una de las dos para poder llegar a ese punto que conecta mi sueño de tocar por el mundo con mi banda con las madrugadas de todos los días para dictar clases de Inglés.

Se que estoy descubriendo el agua tibia y que no estoy diciendo nada nuevo, lo cual me lleva a hacerme una pregunta:

¿Será que escribiendo estas líneas también he perdido el tiempo?

La verdad no lo sé ni me importa. Por el momento solo sé que ya estuve suficiente tiempo aquí sentada, que afuera siguen lloviendo hasta maridos y que en la cocina me espera una estufa, un frasco lleno de café de pepa y una olleta con agua caliente para preparar el ya famoso tinto con panela que siempre ofrezco a las visitas.

Que novedad,

¿no?

Para cuando me esté tomando el tinto seguiré pensando si estuvo bien desperdiciar el día al frente de un computador, en vez de estar lavando la ropa u organizando mi cuarto. Pero la situación será la misma. Estaré tomando café, pero esta vez al frente de un televisor. ¿Y el tiempo? ¿Estaré de nuevo perdiendo el tiempo?