jueves, 15 de abril de 2010

CARTA PARA SANTIAGUITO

Querido Santi:

Sé que estás muy pequeñito para que leas esta carta. Sé que no te imaginarás que detrás de esa profesora regañona, puede haber alguien que te mira todos los días y aprende muchas cosas de ti.

De tanto mirarte de a poquitos esta profe no ha entendido como es que un angelito puede haber decidido caer a la tierra y deshacerse a diario en pequeñísimas alas de mariposa.

En estos días he estado un poco pensativa. He recordado cosas, y por cuestiones climáticas y hormonales, mi sensibilidad está disparada y cualquier cosa hace que a ratos se quiera hacer evidente una lágrima. Ya en estas llevo medio año, y créeme que el ir a tu salón de clases, más que una forma de justificar mi salario y más o menos seis años de universidad, es una forma de enclaustrarme en un mundo en el que me siento útil y se me olvida por un rato que allá afuera soy apenas una cédula de ciudadanía con impuestos y cuentas por pagar.

Y ahí estás tú todos los días. Con tus cortísimos siete años, que, para alguien como yo, tan cobarde y débil, teniendo por un día tus zapatos, ya sumarían más de cien.

Con tu cuerpito lleno de cicatrices y vendas estás siempre ahí adelante listo para la clase. Todo el arsenal listo: cuaderno, libros, cartuchera y obviamente la bolsita chiquitita de juguetes que no puede faltar en el escritorio de un estudiante promedio de segundo grado.

Sí señor. Eres el más chiquitito de tu clase. ¿Sabes que yo siempre fui la más chiquita de mi clase? Debes saber que tiene sus ventajas y desventajas. Lo malo es que he sido de las que encuentra más rápido las segundas que la primeras.

Mi querido Santi. En estos días he hablado de ti en el almuerzo con otras profes y créeme que he aprendido que los héroes no se hacen. Nacen y tienen como misión enseñarle al resto de los mortales que a pesar de tener una carga que nunca pidieron llevar, siempre hay una buena oportunidad para sonreír y jugar con las piedras que se encuentran en el camino.

Me has enseñado a caminar, a sonreír y a burlarme de la tonta tristeza a la que, hasta hace pocos días, le daba tanta importancia. (Sobretodo a la hora del almuerzo)

Tienes el cuerpito lleno de vendas, pero aún así te ríes a carcajadas de las bobadas de Sebastian.

La vida se te va de a pocos y te lo recuerda sin compasión, pero hay muchas ganas de participar en la clase de Inglés. Lo que alguna vez fueron tus manitos, te llevan a inventar monachos a los que les das oficio y existencia en una fecha que queda en tu cuaderno casi siempre incompleta.
Estás ahí Santiaguito. Luchándote cada día. Venciendo los umbrales de dolor del día anterior para poder tener la oportunidad de jugar el siguiente. Cambiando las vendas de las heridas que nadie causó pero que todos los días curas para seguir luchando.

Te quiero dar las gracias.

Gracias por ser valiente. Gracias por dar brincos de alegría antes de salir a almuerzo y llegar corriendo a hacer la fila para salir de primero. Gracias por darme quejas cuando Sebastian te molesta y gracias por levantar la manito cada que quieres participar para ganarte una carita feliz.

Gracias por quitarme las vendas de los ojos y recordarme que cada célula de mi piel es una bendición. Gracias por exigir respeto y atención. Gracias por recordarme mi dolor es pasajero y que lo que hace de este paseo algo interesante es aprender a lidiar con las vendas mientras las heridas cicatrizan. Gracias por aparecerte en mi camino angelito, porque gracias al haberte conocido pude al fin descubrir que hay mariposas que deciden durar más de 24 horas y que van a los salones de clase a enseñarle a sus profes lo que, hasta el día de hoy, no habían podido enseñarles si quiera los golpes.

Con agradecimiento y admiración

La profe de Inglés

Garrett: The Boy Beneath The Bandages



http://www.youtube.com/watch?v=M7qirJXWhzc


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