viernes, 16 de abril de 2010

Quince minutos

Quince minutos es todo lo que tengo para escribir algo medianamente coherente y que sea fiel al como me siento ahora.

Esta mañana, mientras dormía y escuchaba el despertador, podía verte en mis sueños.

Es lindo, ¿sabes?

Lo más chistoso de todo es que me estabas robando un beso.

TÚ TODO GRANDULÓN ROBÁNDOME UN BESO A MI.......

....toda chiquitita.

Fue muy bonito y lo mejor de todo, esta vez no hubo ninguna llamada impertinente que interrumpira semejante momento tan sublime. Éramos tú y yo, y, no sé por qué razón, Sandrita y Andrés Lloretas (Sí, lo escribo en mayúsculas porque es el apellido oficial de uno de mis mejores amigos)

Lo malo es que no duró tanto porque tenías que salir corriendo a dictar una clase.

Pero igual,

fue hermoso.

Por unos instantes recordé a lo que sabe un beso. Cómo se siente, y lo mejor es que me lo robaba alguien que realmente me interesa.

Eso es lo más bonito de los sueños.

Que el príncipe azul que uno quiere es el único que tiene derecho a robarle besos a su princesa y aún así morirse de la risa.

Ah, por cierto,

¿Sabías que me encanta tu sonrisa?

Debe ser esa una de las razones por las cuales siempre encuentro una excusa tonta para irme a los lockers. Para hacerte chistes idiotas, encontrar una excusa para hablarte y simular que me gusta tomarte el pelo solo para lograr sacarte una sonrisa y romper el hielo existente entre tus aburridísimas costumbres británicas y mis impertinentes hábitos latinos.

Bueno, y aprovechar que el gusto por el horrible café de la máquina que está encima de los lockers nos une.

Me quedan cuatro minutos.

Ya es justo y necesario terminar mi texto. Hay niños que me esperan y una clase por dictar.

Quedas cordialmente invitado para esta noche. Tenerte en mis sueños es algo raro, pero que igual quiero siga sucediendo. Ya te había dicho que me encanta verte sonreir y si vienes a robarme besos, pues muchísimo mejor.

Me tengo que ir a trabajar.






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