Anoche fue una noche larga.
Después de la fiesta llega el guayabo,
después del amor,
los recuerdos
los recuerdos
y al final de los recuerdos,
el olvido.
el olvido.
Anoche salí a caminar por debajo del halo de la luna...
pisando la sombra de los árboles
y jugando a ser un canal para el humo,
claro,
eso sí,
a escondidas de mi mamá.
Anoche mi cabeza estaba en silencio,
uno de esos convenientes,
de los que lo exime a uno de la culpa
y le da permiso de soñar un rato,
de jugar a las escondidas con el miedo
y anestesiar el odio.
Anoche fue una de las tantas que un señor Julio no me dejaba ir a dormir.
Anoche me perdí en París,
soñé con la Argentina,
apadriné un ángel
y me disfracé de Maga
para olvidarme de mí
por un rato.
Anoche dolió escuchar
que es mejor dejar ir.
Es mejor cerrar el libro que a uno no le gusta,
esperar que pase el tiempo para volver a abrirlo.
Inviernos, veranos...
porque en mi tierra es todo lo que tengo...
esperar a que la lluvia
y los rayos de sol
me ayuden a borrar las letras
que hacen daño,
como el azúcar,
como el placer de fumarse un cigarro.
Esperar a reunir fuerzas y de a pocos irme caminando,
seguir viéndote de lejos,
olvidar tu melodía,
cerrar la partitura
y que este
sea un adiós
en
di
mi
nu
en
d
o
.