lunes, 8 de marzo de 2010

UNA Y OTRA VEZ



Otra vez acá sentada.

Esperando que la luz del computador me inspire la cosquilla aquella, la necesaria para desbordar toda la risa que esconde miedo y lágrimas.

Y bueno.

Acá estoy.

Sola.

Haciéndole guiños a la luna para ver si me devuelven al gnomo del ritual aquel.

Ese ritual de luna llena que me hacía reír tanto. Me sacaba lágrimas, pero eran de pura y física alegría. Ese ritual y tantos otros...
Como el de tomarnos las manos para gradecer por el pan de cada día.
Como el de una ardilla que se metía a mi cama para que fuéramos a ver el amanecer en el mar. Como el de reír a carcajadas un día para el día siguiente querer tragarse las lágrimas que deja la soledad de un recuerdo.


¡Como te extraño!


En la cafetería de una universidad me asaltó el recuerdo de un pescadito con Milo, menú un poco dulce para mi naturaleza hipoglicémica.
Menú que no era para mi.
Te imaginaba hoy comiéndote ese pescadito como el más dulce de los manjares, porque en realidad ¡te encantaba!
Te imagino feliz.
Como sea, pero feliz.

Yo me sigo convenciendo a las patadas de que los rituales son pasajeros,
los recuerdos intocables y los pescaditos el mejor invento que se haya podido hacer para una ardilla de ojos grandes.

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