lunes, 14 de febrero de 2011

La culpa es de Tchaikovsky

Hoy pasó algo muy raro en el salón de clases.

Me atrevería a jurar que si confieso abiertamente lo que viví esta tarde me declararían loca.

Esquivando manzanas y jugos a la hora del descanso, pasó algo que, podría jurar, no le ha pasado a muchas profes.

Estaba a punto de borrar el tablero y pegar un par de afiches, cuando de repente....¡¡¡¡...!!!!

Hoy en el salón de clases, me secuestró un piano.

Sí señores.

Tal como lo leen.

Accidentalmente un niño movió los botones de la grabadora y un piano, junto con un tal Tchaikovsky, me sacaron a tumbos del salón de clases.

Y me llevaron allá.

Allá donde me gusta tanto escuchar el acariciar del blanco y negro.

Allá.

Cerca de él.

Hoy me secuestraron para cantar una barcarola.

Una barcarola sin letra.

Yo invento sus versos, mientras me mira el gondolero vestido con traje de concierto y aún con esa sonrisa indolente.

Ese gondolero es el que no quiere devolverme los sueños.

Me los robó ese día. Con la excusa de presentarme a un tal Tchaikovsky


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