domingo, 9 de enero de 2011

En una bola de cristal

Hoy quiero encerrarme en una bolita de cristal.

Una bolita de cristal es el lugar más seguro para vivir.

Llega la luz del sol sin que los rayos quemen,
se puede ver el color de la lluvia sin necesidad de mojarse

y

además de eso,

se tiene una vista detallada de todo lo que pasa alrededor desde cualquier perspectiva.

En una bola de cristal se pierde el miedo.

Si esta se llegara a caer, habría dos posibilidades:

que se rompa
o
que salga rodando.

Si la bolita se rompe, habrá que buscar un nuevo hogar
lo cual es bueno,
ya que las posibilidades son muchas.

A mi por ejemplo,
me gustaría irme a vivir a la copa del árbol más alto que exista en Finlandia, ya que de esa manera, podría estar muy cerca del cielo aún estando viva,

y quizá ,

con algo de suerte,

podría conocer al mismísimo Niño Dios y reclamarle por la cantidad de medias que me traía en Navidad en vez de complacer mis deseos de bicicletas rosadas y uno que otro balón de fútbol.

Si la bolita sale rodando, las posibilidades serían más reducidas, pero emocionantes.

Una ventaja de la bolita es que rueda y cuenta con su propia cámara de aire,
lo cual me permitiría viajar muy lejos en un solo impulso,
mudarme al fondo del mar
y contemplar el mundo desde una burbuja.

Que bueno sería vivir en una bolita.

En mi bolita de cristal.

Allí el vuelo de un abejorro se limitaría a existir en una partitura,
y no sería una amenaza inminente de picadura.

Podría rodar,

brillar y convertir la luz blanca en colores inmensos que llenen mi vida como un arco iris,

para que,

a pesar de lo invisible que soy ante algunos congéneres,

jamás llegue a sentirme sola.

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