A mí no me engañan
sé que no se han ido
que siguen dormidas
son las siete de la noche
y ninguna se ha atrevido a abrir la boca
escucharlas
es darle un mordisco a una pastel de estiercol recién horneado
caminar descalza sobre los pedazos de botellas
que sobrevivieron la noche anterior a una pelea de borrachos
mirarme al espejo
después de haber dormido sin quitarme el rímel de las pestañas
no las oigo
y el día se siente como el hombre que espera a las diez cero cinco a que el tren de las diez cero cero de reversa y abra sus puertas
con ellas
quisiera morirme
sin ellas
pedazos de aire congelado se cuelan por mi nariz de duende huérfano
las imagino encuarteladas en una grieta de mi cerebro
preparando un nuevo ataque
que me hará sentir como lechón relleno
como chichón de piso
como bruja de cuento
como el genio brillante al que una noche se le fundió el cerebro
minúscula en letras mayúsculas
no confío en su silencio de latas que ruedan por las escaleras
se camuflan en la mano peluda que se esconde debajo de mi cama
en el olor a lluvia de un domingo por la tarde
en la carrera tonta que doy después de apagar la luz
ahí están
agazapadas detrás de mis orejas
esperando
a que me vuelva a sentir libre
a que me vuelva a sentir guapa
a que me vuelva a sentir lista
para escupirme a la cara
para patear mi sonrisa
para darme un pellizco en un pezón
y recordarme que aun
estando ellas calladas y yo un poco distraída
seguimos estando vivas
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