domingo, 2 de mayo de 2010

A propósito del muchacho de la sombrilla azul

Una canción ha estado robando mis suspiros por estos días.

Hace que la lluvia sea más placentera y que cada momento que recuerde esos grandes ojos miel sea más sublime.


Hace que a cada instante quiera sacar a relucir una metáfora barata o una frase de cajón. Hace que ignore lo triste de su poesía y que lo convierta en sueños y risas tontas.

Esa es la magia de la música.

Que hace trampa.

Mientras su voz canta su tristeza por una amiga que se fue gracias a una enfermedad de corazón roto, mi cerebro y corazón traen una sonrisa fabricada por la combinación de unos acordes de guitarra, el frío de este invierno imparable y la imagen del muchacho de la sombrilla azul.

There's gotta be something better than in the middle

Y debe ser verdad

Solo que estar en la mitad permite que uno toque lo frío y lo caliente,

el júbilo y la pena,

la gloria y la angustia

y es precisamente eso lo que más me gusta de ser un ser humano común y silvestre,

al menos por estos días.

Hoy quiero estar en la mitad porque hoy no quiero que me interesen los extremos.

Y tampoco quiero un gris.

Quiero estar en la mitad del blanco y del negro para poder distinguir más fácilmente el azul que hace que mi corazón salte más rápido y que los escalofríos recorran cada célula encupidada de mis 149 centímetros de estatura.


Come and try a little, nothing is forever!!!!


Ya lo estoy intentando, aunque muerta del miedo para ser honestos.

Porque sé que efectivamente nada es eterno.

Apenas somos dueños de los segundos en los que tenemos los ojos abiertos y es por eso que es tan importante soñar despierto.

Hoy quiero soñarte y soñarme contigo.

Imaginar que tenemos el hoy para los dos y que tenemos todo un cuadro impresionista para hacer una vida juntos. Una historia hecha de muchos puntitos de color que, aparentemente insignificantes, hacen que haya una luz resplandeciente en un escenario invisible para los no invitados a esta escena de la historia.

Una luz que, estoy segura, solo vemos tú y yo.






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